Verdad, Justicia y Libertad

BUSCANDO A FRANCO

A las páginas que siguen, cuajadas de opiniones diferentes sobre la persona que fue
Francisco Franco, no puedo sustraerme a manifestar y anteponer otra sentencia,
en este caso obligada, sobre José Luis Díez: Hombre maduro y experimentado que
hemos de definir como la mejor prueba de que la fidelidad existe. Sí, en el caso que
nos ocupa, la palabra fidelidad, en sí misma, no ha perdido la fuerza que siempre
ha tenido enfrentada al engaño y el faltar a la palabra dada. Muchos le han tratado
de “canelo”, porque a lo largo de su vida, marcada por esa fidelidad, esencia y raíz
de su existencia, jamás ha cambiado y siempre se ha mantenido fiel consigo mismo
y con quienes el compromiso de lealtad han hecho en él divisa principal entre todos
sus valores, prefiriendo invariablemente en el caminar cotidiano, y en las
situaciones en que otras personas ven con naturalidad actuar de acuerdo con sus
intereses y apetencias, aceptar el apretón de manos y la palabra dada antes de
romper un contrato aunque se le ofrezca una oferta mas conveniente. Y es que la
rapidez, lo inmediato, el aprovecharse en cada momento como si fuese el último de
nuestras vidas, sin tener en cuenta a la persona que tenemos al lado, al próximo, al
prójimo, hace que se crea a píes juntillas que, para ser feliz, hay que aprovechar
las oportunidades que nos da la vida, independientemente del daño que se haga a
aquellos con los que se ha adquirido una obligación, y si en algún momento, a todos
lo que así actúan, se le pasa por la cabeza que están cometiendo una infidelidad,
probablemente piense enseguida: “¡Ese haría lo mismo.! Por ello se dice que el
hedonismo individualista, el traidor habitual, en lo mucho o en lo poco, el mentiroso
nato, el que se arrima al árbol de mejor sombra por conveniencia egoísta sabe poco
de lealtades. Pero en José Luis, amén de otras cualidades, siempre ha existido el
valor de la fidelidad. Desde muy joven, en todo momento, ha dado pruebas de esa
fidelidad a los compañeros, a los amigos y a cuantos hemos convivido en su amistad.
Recuerdo que estando estudiando en París un “español” becario (cuyo nombre
omito por no ser digno de figurar aquí) del Gobierno Español, que se atrevió a
mofarse del Caudillo y a pregonar la falta de libertades, de solidaridad y la
desigualdad existentes en España, fue replicado valiente y públicamente por José
Luis, con una habilidad propia de su idiosincrasia: “No hay mayor ciego que aquel
que no quiere ver, ni hay peor perro que aquel que muerde la mano al que le da de
comer. No abras los ojos a la oscuridad y no cierres los ojos a la luz. Mira frente a
ti, a ese lema masónico que ahí tienes escrito: Libertad, Igualdad y Fraternidad. No
seas absurdo, aquí mismo, y tú lo sabes bien, existen retretes para profesores,
retretes para alumnos franceses, retretes para alumnos europeos, retretes para
alumnos españoles y sudamericanos, ¿es eso igualdad? ¡Si hasta para cagar somos
desiguales! En los seis meses que llevamos aquí ¿Cuántos amigos franceses tienes?
¡Te sobran dedos de una mano! ¿Es esa la fraternidad y la solidaridad deseada por
ti para nuestros compatriotas? Y en cuanto a libertad, es cierto que aquí hay mucha,
¿pero de que les sirve en su miseria y en el desorden?”. La fidelidad no es aguantar,
ni sobrellevar, a pesar de no ser feliz. La fidelidad es una promesa interior hecha
con libertad, porque nadie es más libre que el que toma la decisión de hacer el bien
por amor. Esta es la fidelidad que profesa José Luis, a la manera de un Sacramento,
sin vanagloriarse de ella, porque él sabe que ésta es un don de Dios, un don gratuito,
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que debe frecuentemente mostrar con actos que se alejan de la rutina, de lo
esperado, de lo meramente visible. Es su caso no es inmovilismo, como el mar no
es inmóvil, sino creativo, en su radical permanencia.
En estos tiempos que nos ha tocado vivir, faltos de fidelidad y en los que la
infidelidad se señorea con orgullo iluso, los hombres fieles sufren la embestida de
un estilo nuevo, de una concepción diferente de la vida, por lo que es preciso insistir,
una y otra vez, en la necesidad ineludible de ellos. José Luis simboliza en esta obra,
al igual que en su hacer personal, la fidelidad ininterrumpida a sus normas, a sus
ideales, a su vida, a su sentido de servicio a los demás, que, lógicamente, no tiene
tope ni frontera y su vivencia personal es totalmente permanente, más allá de lo
cotidiano y sí tras la línea trascendente y continuada que significa la realidad viva,
dinámica e inmortal de su lealtad. Como él suele decir, cada uno en su puesto, por
modesto que sea, debe aportar su granito fiel de arena manteniéndose siempre
inasequible a la crítica o al desaliento. Un grano de arena aparentemente no es
nada, y parece que el viento lo arrastra; pero millones de ellos hacen un montón, y
bien apilados por su contacto íntimo tienen un peso decisivo. “Buscando a Franco”
es un de esos granos, que además de estar aglomerado al montón de las obras
escritas sobre el Caudillo, es sin duda alguna un documento de consulta, yo diría
necesario, fiable y digno de la veracidad de este ferviente y devoto defensor de la
verdad, que es José Luis Díez, en donde se ha fundamentado, tanto en la verdad de
hechos como en la verdad de saber, que atañe en el amplio campo de las ciencias
sociales, campo en el que por su formación, siente el más profundo respeto, y sobre
todo por haberse dedicado por vocación a la autenticidad y certidumbre de esa
realidad tan española que él siempre llama Patria, teniendo además en ella un
compromiso infrangible con la verdad, como dice el proverbio: Dejo empeñada mi
vida a la verdad.
Como es natural, al recopilar las opiniones sobre Franco, no espera prebenda
alguna, ni tampoco creo que tema nada de a nadie, pues consta que ya ha aprendido
en su caminar cotidiano que la verdad crea antipatías y el cabestraje, en cambio,
amigos.
La figura de Franco no la trata de mitificar como si fuese un dios, sino que pretende
mostrarla históricamente, a través de unas opiniones vertidas por aquellos que
convivieron en una época de excepcional vivencia y, que fieles a la memoria del
personaje juzgado, se abrazan a la verdad y a la justicia, uniéndolas a la
experiencia de sus vidas, y de forma similar a los heroicos franceses, que enterados
de la victoria de Austerliz, se enorgullecían de conocer a Napoleón, pueden también
decir llenos de orgullo: Yo viví en la España de Franco

Materia
España: dictadura de Franco (c. 1940 – c. 1975)
Idioma
  • Castellano
EAN
9788460933854
ISBN
978-84-609-3385-4
Páginas
320
Ancho
21 cm
Alto
29,7 cm
Edición
1
Edición en papel
25,00 €

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